Antonio Leiva Aguilar, hijo de Juan José Leiva y María Aguilar, apodado Severo por su abuelo, nació en 1892 y fue el artífice que muchos chiquillos, desde la posguerra hasta nuestros días, disfrutaran de las chucherías al menudeo, con el famoso Carrillo de Severo junto al Teatro Principal hoy reconvertido en kiosco en la Plaza de Juan Gavala. Severo se quedó huérfano con siete años en el campo -la finca familiar de 10 aranzadas estaba en La Bermeja- y por indicación de su médico D. Rafael Rioja -le había dado un susto el corazón- las vendió y se vino a vivir al casco antiguo de El Puerto, a la calle Postigo. "Mandó construir un hermoso carrillo, con ruedas de bicicleta, vitrina, depósito en la parte inferior, cubierto todo con un gran toldo de lona graduable. Con este armatoste, Severo se instaló, primero que nadie, en la boca de la Placilla, sobre el muro del frontero Teatro, justo al lado de la puerta del Bar "La Concha". Allí, Severo se convirtió en el "Rey de las pepitas", porque pepitas se llamaron siempre a lo que hoy son pipas e incluso piponazos". (Luis Suárez Avila). Y puso el Carrillo, que se sepa, unos años antes de la Guerra Incivil, guardándolo por las noches en la parte trasera del Bar Las Columnas, por San Bartolomé, pero enla accesoria existente en la calle Cielos, donde desembocaba la calle Santa Clara, era donde tenía el almacén y tostadero. Severo se casó tres veces, la última con Rafaela Moron Suárez, viuda, con quien tuvo cinco hijos: Ana, Milagros, Juan José, Francisco -fallecido de una meningitis a los dos años- y María. Recuerda su hija Milagros que, paseando de la mano de su padre por Sevilla, siendo ella una cría, unos niños salieron de un portal gritando: "Mira, es Severo, el del carrillo de El Puerto" y es que eran los hijos de los veraneantes que lo conocían, hasta en Sevilla. "Severo, ceñido por su gran cinturón, con los pantalones caídos, la barriga pronunciada, su sombrero o su boina, se convirtió en el recaudador del "peaje" a la Placilla. Por cierto que Severo ha quedado en dichos populares. Cuando a un niño se le veía con la correa apretadita, por debajo del ombligo, y los pantalones faltos de tiro, se le decía: "Anda, hijo, que te pareces a Severo, el del carrillo. Alrededor del Teatro Principal, siempre hubo un especial clientela fija. Alrededor del Teatro, se instalaron los carrillos, primero, el de Severo; luego, durante un tiempo el del "Guardapavos"; y luego el de Carmelita "La Rubia", frente por frente, en la parte más estrecha de "La Placilla" a la entrada de la calle San Bartolomé". (L.S.A.) El creador del Carillo de Severo murió el 11 de abril de 1967, año en el que se casaba su hija Milagros, precisamente con 'El Rubio', sobrino de Carmelita 'La Rubia'. En la fotografía, Antonio Leiva Aguilar, 'Severo' y Rafaela Moron Suárez. (Foto Colección Miguel Sánchez Lobato).
Antonio Leiva Aguilar was the son of Juan José Leiva and María Aguilar, given the nickname Severo by his grandfather, born in 1892. He was the reason behind many young children’s enjoyment of the penny sweets, from the post-war to the current times, which they bought from Severo’s famous Trolley next to the Teatro Principal which has been made into the Kiosk in Plaza de Juan Gavala. Severo was orphaned at seven years old when he lived in the country. The family estate of 10 hectares was in La Bermeja, and by recommendation from his doctor (he’d had a heart scare), he sold it and came to live in the old part of El Puerto. He set up his Trolley, for your information, before the Uncivil War, keeping it in the existing warehouse at night where Calle Cielos meets Calle Santa Clara. Severo married Rafaela Moron Suárez, a widow, with whom he had five children: Ana, Milagros, Juan José, Francisco, who died from Meningitis at two years old, and María. He remembered when he was strolling through Seville holding his daughter Milagros’ hand, when she was a small child, suddenly some children came out of a doorway shouting: "Look, it’s Severo, the Trolley man from El Puerto". They were the children of families who summered in El Puerto and who knew him, all the way in Seville. The founder of Severo’s Trolley died on the 11th of April 1967, the year his daughter Milagros was getting married.
Escribe Muñoz Cuenca, en su libro «Paisajes y Paisanajes»: «Severo era flemático. Tenía que serlo para atender a tanta chiquillería. Una boina gastada, un blusón blanco que a veces ni se sabía, una gran oronda barriga que le caía bajo el ombligo, un cigarro “caldo gallina” en la comisura de los labios casi siempre apagado y una paciencia infinita. [...] Los niños aquellos, a veces para presumir, comprábamos a Severo cigarrillo de matalahúva. Eran cigarrillos de juguete que chisporroteaban, se abrían, se apagaban y sabía fatal pero jugábamos a ser hombres.» Y añade Luis Suaréz Avila: "Severo fue a más. Su principal fuente de riqueza fueron las pepitas de girasol, pero no abandonó nunca el "paloduz", el citrato, las algarrobas molidas, los caramelos, los altramuces, y mil y una chucherías, además del triquitraque, las mechas y piedras de mechero, el tabaco de cuarterón, el papel de fumar, las cerillas, etc., etc. etc."
En la fotografía, Juan José Leiva Morón, agachado a la derecha, con un grupo de amigos. (Foto Colección Miguel Sánchez Lobato). Continúa Muñoz Cuenca: «Aposentado a la entrada de la Placilla por la calle Luna al mítico Teatro Principal, el carrillo de Severo era sencillo: unas ruedas de bicicleta, una urna de cristal y madera como expositor y sobre ella lo cotidiano en un bello desorden: un lebrillito de altramuces o “chochitos” remojados, especialidad de la casa; unas cajas azules con la marca Zara con el regaliz que en El Puerto es “citrato”; cestitos con garbanzos y habitas tostadas; el producto estrella de Severo, a saber, las chufas remojadas en otro barreñito y que en El Puerto se conocían con el nombre de “alcatufas’; otro cestito con las pipas o “pipitas” que entonces se vendían sin empaquetar y que tostaba el propio Severo; un particular plato con pinchos de higos de Lepe cocidos al “Lamedor”; un atadillo con palitos retorcidos para chupar que llamábamos “palodú”... Los productos de lujo como caramelos de menta, chupines, chicle Bazooka y demás, todo en su vitrina. De manera que todo a la vista en aquel bazar de la ilusión y la chuchería.»
Pero tan artífice como Severo lo serían después su mujer y sus hijos. Esto escribíamos en Diario de Cádiz, diciembre de 2001 en la desaparición de Rafaela Morón Suárez: «Algo no era igual desde que se quemó el Teatro Principal, allá por los comienzos de 1984. Parecía que con la desaparición del Teatro, se cumplía alguna profecía escrita por George Orwell. A la orfandad de un espacio escénico en condiciones en El Puerto, se sumaba el cambio de ubicación de un referente para los niños, los fumadores de ‘a puñaíto’, y los golosos de las chucherías y los frutos secos: el Carrillo de Severo se desplazaba, desde los alrededores de la Plaza, esquina con Luna, a la de Juan Gavala donde continúa hoy. Pero desde el jueves, niños, fumadores y aficionados a las chuches, no podrán percibir la presencia en la distancia de su propietaria, Rafaela Morón Suarez, que se fue de este mundo, cumpliendo con el rito de que la vida es breve, aunque no en su caso que nos dejó con 85 años ya cumplidos. (Foto Colección Vicente González Lechuga).
Se ha ido Rafaela, como negándose a despachar en Euros, ella que trabajó las perras gordas, perras chicas, céntimos, seis reales, o pesetas de varios cuños y varias caras; no queriendo conocer los céntimos de euro, ni los precios a doble formato. De forma irremediable llega todo, y Rafaela, que ya estaba retirada desde hacía años del negocio, pero que conservaba su impronta, no ha querido más cambios a los que ya conoció su vida laboral ¿Cómo aplicaría el IVA a un cartucho de pipas? ¿Los citratos de regaliz llevarían repercutidos el IAE? ¿Qué norma ISO 9000 será de aplicación al carrillo?. Rafaela se ha negado a poner en práctica los redondeos, los cálculos aproximados, y se ha ido a despachar al más allá esos placeres mínimos y materiales que a niños y mayores nos alegran la vida, porque afortunadamente existen lugares entrañables como el que ella regentó durante tantísimos años. Se ha ido Rafaela, habiendo atendido desde primero el carrillo y luego en el kiosko, a muchas generaciones de portuenses, desde uno de los puestos más antiguos que continúan en activo atendiendo a la parroquia, y con el que dio de comer y crió a su familia.»
Continúa abierto el carrillo de Severo, en la actualidad gestionado en forma de Kiosco, desde que el concejal predemocrático, Juan Ponce propusiera a la viuda de Severo cambiar el carrillo por un Kiosco. Como decimos lo regenta su hijo Juan José, -se lo prometió a su madre, Rafaela, en el lecho de muerte-. Juan José es el cartero jubilado a quien el Presidente de la Junta de Andalucía, José Rodríguez de la Borbolla, apadrinó a su hija Rocío. En la Plaza de Juan Gavala, todavía se puede encontrar chucherias al estilo tradicional, al menudeo, frente a la competencia de las tiendas de golosinas que abundan en todo el término municipal y han desterrado, mal que nos pese, los carrillos y canastos. Pipas de girasol, de calabaza, kikos, kikos gordos, avellanas, almendras, garbanzos tostados, nueces de macadamia, anacardos, avellanas de los toros, pistachos, habas fritas, frutos orientales, altramuces, alcatufas, coquitos del Brasil, y la cantidad de productos artificiales que existen hoy en el mercado elaborados a partir de patatas y maíz. Y multitud de caramelos, chicles, dulces, piruletas. Y juguetitos para la ocasión. ¿Y el tabaco? (Fotografía Colección J.M.M. El Teatro Principal en 1904).
DANIEL MOTA LEIVA.
Daniel, el nieto de Severo el del carrillo y tataranieto del verdadero Severo es un portuense de 26 años que, en la actualidad, trabaja en Madrid, en el portal de la red social TUENTI. «Me gusta mirar las cosas e imprimirles mi visión, ser creativo. Tenía que reflejarlo de alguna forma y de ahí al diseño, solo había un paso», afirma. «Aunque de pequeño dibujaba bien, fue la informática la que me llevó al Arte. Ni pude, por plazos, entrar en la Academia Santa Cecilia, ni había en El Puerto bachillerato de Arte. Así que el ordenador fue mi primera escuela de diseño, ya que lo prefería a la botellona.» A Daniel le gusta la buena musica y los ritmos modernos como el BreakBeat y el Chillout. Casi todo su tiempo libre lo dedicaba, en su época de estudiante, a diseñar y a programar cosas inservibles pero con un solo objetivo, aprender.
Tiene un perfil profesional que pocos poseen en España: diseñador con conocimientos de diseño gráfico e informática, a un tiempo. Dos de sus webs figuran en el “Web Design Index 2006” una guía con las 1000 mejores páginas webs del mundo y lo citan, entre otros, en el libro “Blogs” de Octavio Rojas. Ha sido el diseñador gráfico del portal de blogs mas introducido en América latina: bitácoras.com. Trabajaba en su casa para España y el mundo: un portal empresarial en Orense, un portal para la abogacía, una empresa de modas en la Comunidad Valenciana...
En esas andaba cuando el pasado verano fue requerido por TUENTI, la red social mas importante española que en nuestro país le hace sombra al portal Facebook. Una red social es es una herramienta en forma de portal que pone en contacto a personas con sus amigos y otras personas que trabajan, estudian y viven cerca de ellas, muy extendido, especialmente entre la gente joven. Así que desde el pasado agosto vive en Madrid, trabaja en TUENTI, una empresa situada en una planta de 1500 metros cuadrados, con una plantilla multinacional de más de 40 empleados y que sigue creciendo... (su equipo directo lo forman suecos, españoles, polacos, americanos) hablando en inglés, pensando en americano, y con la creatividad de un portuense.
Daniel nos dice que, si tuviera que hacer un trabajo gráfico para El Puerto aplicaría: «el color del vino fino, los colores tierra y el azul atlántico, aunque a mí, personalmente, me gusta más el azul mediterráneo».
hola soy sofia la nieta del severo me a gustado saber de q mi abuelo era tan conocido en el puerto .ya q yo nunca habia conocido su historia y tampoco lo habia visto en foto"me hubiera encantado conocerlo " y difrutar como he difrutado de mi abuela rafaela.
besos y gracias
buenas tardes! he encontrado esta pagina por casualidad, y me encuentro con la historia de mi abuelo... Es gratificante saber que fue un hombre muy querido por sus vecinos del Puerto. Yo por desgracia no lo llegé a conocer, ya que solo tengo 20 años.
Actualmente es mi padre el que lleva el kiosko, aunque ya las ventas no son como las que tenia mi abuelo.
bueno dani, no se si te acordarás de mi, me alegro que tengas el trabajo d tus sueños, la verdad es que no esta nada mal! jeje un besoo
Severo ¿que ? ¿ tiene guiston americano ? si , pero escondio
y pasaba por alli el unico policia "secreta" a llevarse su paquete gratis
jejjejejee
Interesante nótula sobre uno de los personajes afectivos de mi infancia. Recuerdo que Severo, ayudado por Rafaela, a finales de los años 50, ajustaba, con no pocos esfuerzos, cuñas en las ruedas del carrillo de golosinas para que quedara a buen recaudo. Estando mi casa cercana a la Placilla solía acudir con frecuencia al carrillo y me lo encontraba, la mayoría de las veces, sentado frente al carrillo, obsequiándonos con una sonrisa y su correspondiente gesto de felicidad.
Años más tarde, cuando su hijo Juan cogió el relevo, acudía diariamente al carrillo, Vicente Sánchez Arena, Vicentito ‘El policía’, personaje muy querido por los niños y que abría todos los desfiles procesionales, acompañando también al Maestro Dueñas en los distintos conciertos que ofrecía en fiestas solemnes. Vicentito, fue uno de los primeros alumnos que se benefició del Centro de Educación Especial ‘Mercedes Carbó’, Afanas, siendo muy recordadas las visitas a la Comisaría de Policía, presentando su correspondiente ‘informe’.
Del mismo modo, ‘Chaparro’ quien fuera gran precursor de los aparcadores de coches en El Puerto y posteriormente trabajara para el Ayuntamiento de lacero de perros vagabundos, iba a diario al carrillo y era el encargado de acercarse al Bar La Concha y pedir café o refrescos para los jugadores de las partidas de Dados que durante algunos veranos por las tardes organizaba ‘Juanito Severo’, que era como llamábamos a Juan Leiva Moron.
De aquellos jugadores de Dados, sigo recordando a Ramón Arana Pino, ‘El Feo’, que desapareció en alta mar en marzo de 1987, cuando navegaba a bordo del pesquero ‘Calpe Quintans’. ‘El feo’, que vivía en la calle Cantarería, era hijo de Vicente, de profesión zapatero remendón, que trabajaba en la zapatería que dirigía Palacios, situada en calle San Bartolomé.
Ramón, mi amigo, ‘El Feo’, que también frecuentaba el salón de juegos de la calle Palacios, fue uno de los mejores jugadores de billar, siendo muy célebres los desafíos que mantenía con el encargado del local, Luis Cuellar ‘El Pato’, donde en muchas ocasiones el griterío animoso de Antonio Rodríguez Bruqué, ‘Tonino’, con nótula propia en Gente del Puerto, 51, se oía hasta en las calle próximas al local.
Aquel lugar donde Severo asentó su negocio, además de ser un incesante "pasito de tórtolas", tenía el aliciente de las sesiones matinales de los domingos en el Teatro, esto es "la infantil", en la que todos nos divertimos viendo "Piter Pan", "La Dama y el Vagabundo", "Blancanieves y los siete enanitos" e incluso lloramos a lágrima tendida con "Marcelino, pan y vino", comiendo pepitas, tostadas y saladas, con ese puntito único que les daba Severo. Y nada de bolsas de plástico, ni fórmulas cualitativas. En cucuruchos de papel de periódico, que lo que no mata engorda, allí se expedían, una chica, una gorda, e incluso dos reales en casos de economía boyante, las sabrosas pepitas.
Tal era la cantidad de pipas que vendía que, en numerosas ocasiones, tuvo quejas de Manolo, de Pepe y de Eduardo Nuchera por el cúmulo de cáscaras que quedaban en el patio de butacas, en las plateas, en los palcos y, sobre todo, en el "gallinero", una vez concluidas las sesiones cinematográficas. Pero, en particular eran famosas las llamadas al orden de Güelfo, el diligente y eficiente portero y acomodador, cuando subía de tono el crujido de las pipas o alguno se ventoseaba en el "gallinero". "De ahí para abajo, todo el mundo a la calle", decía, y requería a los serenos "Pacuqui", Espinosa, "Merengue" o cualquier otro para que evacuara a los crujidores o al presunto ventoseador.
¡ Que tiempos aquellos ! Todavía me acuerdo cuando íbamos al infantil, el Domingo por la tarde al Teatro Principal y comprábamos 50 Ctms. de pipas en el carrillo de Severo y nos duraba toda la película.